Hace unos días me llegó el ejemplar número 017 de este poemario que para mí es algo más que especial, lo que escribo a continuación es simplemente lo que me surgió conforme fui leyendo.
017 es mi número azul en el laberinto de sensaciones, verdades y también puños, unas veces alzados al viento, otras incrustados en la mesa con la rabia contenida. Yo no sé cómo explicar que unos "Peces muertos" de repente llenen mis manos, ni tampoco cómo la espuma me hace llorar y sentir la tierra creciendo con tanto desgarrado amor, ni soy capaz de realizar un diagnóstico certero, más por desconocimiento que por desgana.
Pero si sé que sigo abrazada a estas páginas que con tanta ilusión esperé entre días sal, saboreo cada latido que se me desboca, cada mirada que se me perdió con una "Niña azul" y de la mano me llevó hacia mí. Me estremezco más allá del entendimiento con ese perfume que hirió al jazmín condenándolo a vivir sin ser. Me traslado en un salto de página a mi Málaga y un cubo de agua se vuelve tan indigno, tan sucio como la injusticia hecha de alfombra y arena.
017 creo que lo debo hacer mi número de la suerte. Continúo acariciando cada palabra que explota dentro con esa magia que sólo lo que es de verdad alcanza. Voy reconociendo mujeres, a veces son un increíble espejo y casi que me asusto de verme allí de repente retratada, se clavan como si hubiera sido escrito con el corazón descarnado encima de la mesa derramando toda la sangre y la vida.
Me desmonto en pequeños pedazos en esos ojos abismo de vida borrada, él también "Hacía cosas raras" y se nos fue cada día un poquito, qué lenta la muerte pausada de los recuerdos. Duelen los poemas y arden de rabia de esa historia de perdedores borrados como balas de hielo, de la estúpida gloria a la que nunca fueron invitados. Una mano con un manojo de rosas y cicatrices por todo el alma me ahoga, tantas veces esquivamos esa mano como si la miseria fuera contagiosa. Entre temblores vuelvo a sentir los horrores de ese Caín tan omnipresente y vuelven los jazmines en carne viva a morir en mis manos.
017 número azul que me abraza y aunque sé que hay otros 249 vagando y emocionando otras almas (convencida de que pronto serán 1249), éste es entera y egoístamente mío. Ya lo he visto entre páginas ardiendo de recuerdos nuevos, de carne y de laberinto, donde perderse no es delito sino prescripción para destruir el hastío del conformismo. "Ahora no" y de repente me encuentro apuñalando a mi yo más anciana que había decidido poseer mis enaguas, la que quería cerrar páginas que leyendo a Elvira vuelven a ser más vivas y más futuro, éste que hoy empieza a balbucear por cada plaza y por cada esquina de nuestra tierra adormilada y a pesar de no ser momento de invertir, lo haré en sueños que hoy casi se tocan y en más poesía como la que llevo aún entre mis labios que, aunque sangraron con su cuchillo, tuvieron la capacidad de hacerme sentir vida.
Si me dicen hace un par de días que voy a escribir este “tocho comentario” los mando a bordar bodoques, pido perdón por el "rollo" que podría haber resumido en : Elvira Daudet es cojonuda y punto.