Trastornos de la personalidad I

He de reconocer que soy adicta al mazapán, no sé si es una especie de canibalismo esta afición desmedida a comer figuritas, que si un patito, que si una bicha, que si un pastorcito, lentamente los voy desmembrando y saboreando sin un ápice de mala conciencia... es más, en el super, cuando veo esa torre de cajas repletas de figuritas, la boca se me hace océano y cual imán me abrazo a ellas. Solamente por aquello del pudor (y ejem, por no alimentar las lorcillas más de lo razonable) no lleno el carro de todas esas cajitas que, pornográficamente, me muestran el objeto del deseo en todo su esplendor. Y qué decir de las pastelerías y esas vitrinas repletas de patitos, de cerditos, de todo un zoológico reluciente y magistralmente cocido, ¡ay!. Me los comería todos.

Lo terrible de esta adicción socialmente aceptada, es que la gente me sonríe, me regala figuritas compadeciendo mi ansiedad… yo me ahogo en mazapán y, lo peor es que no conozco los efectos nocivos de una sobredosis (umm, salvo que agiganta el michelín, bueno los michelines,  los mofletes... sí, también los de la cara... ¡joder !) .

Ayer fui a asuntos sociales a ver si me podían ayudar, quizás con alguna metamazapona, aún oigo las carcajadas… no pudieron ser más crueles con mi mal.

Sniff.

Así que los reyes estos mejor que no me traigan más ná, sólo a ellos convertidos en mazapán.