Llevo meses intentando frenar los días, les pongo palos bien grandes a las ruedas y aún así siguen rodando los segundos con esa prisa de viento desbocado. Me he parado hace ya tantas piedras que no recuerdo a qué saben los ahora.
A veces me inunda una tranquilidad de agua estancada y cuando creo haber vencido abro la cancela y se me derraman cuatro días vacíos, otras tengo el suelo plagado de minutos y me empeño en guardarlos en pequeños botes que siempre pierdo. Llevo meses construyendo una gran atalaya y aún no he conseguido atrapar ni ese segundo.